13/1/09

¿Y si el Príncipe Azul no llega?

Y en medio de un mar de lágrimas, ella. Pelirroja y con pecas, cada vez que sonreía parecía una niña pequeña que tenía ganas de jugar. Los hombres la miraban por la calle, tal vez porque parecía una chica volviéndose mujer, y ella siempre con una sonrisa en el rostro, que la iluminaba a ella y todo a su alrededor. Pero esta vez no sonreía. Sus lágrimas se entremezclaban con palabras dedicadas a nadie, hundiéndose en su propio dolor, llorando en silencio.
En la esquina de la plaza donde ella se encontraba, un muchacho la observaba, curioso, pero con un extraño dolor en el pecho al verla llorar tan desconsoladamente. De repente ella paro y mientras se limpiaba las lágrimas, lo miró. El desvió su mirada. Cobarde, se decía a sí mismo. Pero luego, lentamente, fue acercándose, y cuando ya estuvo suficientemente cerca, la tomo por el hombro, y con solo ese leve contacto, ya no se sentía nervioso, y su vos salió lenta y clara.
-Pequeña… ¿Por qué lloras?- ella lo miró con los ojos rojos por llorar. Y sin preámbulos, le contó todo, con lujo de detalles, sin importar que sea un desconocido, o tal vez no tanto.
-Sigo esperando a que aparezca mi Príncipe Azul, pero no llega. Muchas veces lo he confundido con muchos otros, pero me doy cuenta de que no es de la peor manera posible. Ya estoy cansada, no voy a buscar más, ya no quiero…- se le quebró la vos en la última palabra. El la miraba sin saber que decir, y ella le sostuvo la mirada. Sus ojos color miel, eran el de una chica que quería crecer demasiado rápido. Y los de él, celestes, como el mar o como el cielo, que reflejaban una paz y una comprensión inmensos. Luego de unos instantes, se sienta junto a ella, y le roza la mejilla con sus dedos. Una brisa jugueteó a su alrededor
-Ya lo encontraras… todos tenemos a alguien esperándonos en alguna parte- la consoló, ella solo asintió y lo abrazo fuerte. Ambos se fundieron en un abrazo profundo, dando todo de si uno al otro.

-¿Y ella al fin encontró su Príncipe Azul?
-Claro que si, todas tenemos uno.
-¿Y quién es?
-El muchacho que la consoló aquella tarde.
-¿Ese? ¿Ese chico… que ni conoce, ese cualquiera?
-Así es. No se porque te extraña. Ella no lo supo desde el principio, claro. Pero resultó no ser un cualquiera, resultó ser el amor de su vida. Ya sabes, casualidades de la vida.



Deja de buscar tu amor imposible. Detente a mirar, esas personas que pasan por tu vida. Esos “cualquiera”, quien sabe, a lo mejor no es un fulano y resulta ser tu príncipe.

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